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Especial filtro: marca por marca

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Que la memoria emotiva nos lleve hasta cualquier supermercado. Envueltos en vistosos paquetitos de cuartos kilos, casi todos los cafés de la góndola son torrados. Es decir, tostados con azúcar y producidos para la vieja (pero aun así nunca bien querida) cafetera de filtro. Son las marcas de la tanda comercial, ésas que compramos en la prehistoria del berretín gourmet. Y aunque se escondan precisiones de procedencia u otros detalles, entre ellos también puede encontrarse el bueno, el malo y el feo.
La Virginia
Con el lema “sabores que conquistan”, en la fábrica de la Circunvalación rosarina se tuestan anónimos cafés importados de Brasil: “La Virginia torra el café con azúcar refinado de primera calidad para no alterar el sabor del grano tostado”, repiten en la empresa, y el mismo paquete azul Pandora advierte: “Café tostado con azúcar blanco molido”. Acaso de los más endulzados que puedan encontrarse en la góndola, el de La Virginia es un sabor plano y tradicional, sin matices y bien “argentino”, como sus jingles que ocupan vitrinas en el museo publicitario criollo: “La pausa son cinco minutos y La Virginia es el té…” o “La Virginia, café, café…”. En el filtro, un truco para mejorar la calidad de la preparación: con un vaporizador, humedecer un poco el café molido cuando ya esté puesto sobre el papel; así, la bebida resultará más aromática. (250 gramos / $12,99)
La Morenita
Fundado en 1890 y con el slogan, no por cierto, menos ambicioso: “presente en tres siglos”, es otro de los pesos pesados en el dulce mundo del torrado: La Morenita ubica como la piedra basal de su historia a la familia que, a fines del siglo XIX, vendía el café al peso y molido a la vista. Con refinados procesos industriales en el medio, llegó a una fórmula propia de café + azúcar que, en la mezcla, otorga algo más de cuerpo y consistencia que otras marcas. Se presenta en versión “torrado intenso” y compite en precio o rango de mercado con La Virginia: ambos son la expresión más elocuente del café como commodity. En su producto “Molido italiano” se combinan las dos especies dominantes del cafeto (arábicas y robustas) para crear un blend que, en la taza, crea una bebida con más cuerpo. (250 gramos / $12,99)
Sensaciones
“Desde 1917, tradición cafetera”: así se presenta en las góndolas la versión empaquetada de Bonafide, el café de madre y abuelas que, en sus locales, ofrece los clásicos Franja Blanca, Cinta Azul, Selección, Superior y alguno más. En el supermercado, el paquete beige envasa al vacío el suave Sensaciones, uno de los más livianos y fugaces en la boca: importado en granos verdes de la variedad arábica, se tuesta con azúcar “hasta obtener la caramelización de los granos”. Ejem. Como argumento de consumo, en Bonafide recomiendan tomarlo con leche y emparentan el torrado con la tradición cafetera de argentinos y españoles. (250 gramos / $14)

"Si me hubiera esforzado más, hoy sería una cafetera express".
"Si me hubiera esforzado más, hoy sería una cafetera express".

Súper Cabrales
“Bastan dos cucharaditas colmadas de café en el filtro. Agregue agua a punto de hervir y disfrútelo”. Con la recomendación de ecónoma, el refulgente paquete violeta de Súper Cabrales se distingue en la góndola: a diferencia del dorado La Planta de Café, del Sabor Equilibrado y de Al Grano (los torrados de Cabrales), éste se presenta tostado molido libre de azúcar. ¿Por eso será mucho más caro que la competencia? Casi el doble. En la planta marplatense se procesan los granos importados de Brasil, todos de la variedad arábica, que son “tostados y molidos en la graduación justa para la preparación en filtro de esta bebida”. Pariente cercano del Cabrales Prestige (una versión premium, en lujoso paquete negro y con una mezcla brasileña de Sur de Minas y Mogiana), el Súper Cabrales goza de mayor presencia en la taza: complejo en lo aromático aunque algo plano en el sabor, tiene buen cuerpo y resulta intenso. Será por su arrogancia de superhéroe que se autopostula como “ideal para beber solo”. (250 gramos / $25,70)
Durban
Envuelto en un vestido rojo de gala, es uno de los pocos de la góndola con las credenciales que acreditan su origen: es importado de Colombia, el país que se convirtió en líder panregional de los cafés de alta calidad. Se presenta molido o en grano, en deferencia al barista principiante que prefiere triturar en casa, antes de la preparación. El packaging no es mera coquetería: incorpora la válvula que impide el ingreso del aire exterior y que, a la vez, permite expulsar los gases que se generan adentro del paquete (“último detalle para proteger un café fuera de serie”, se jactan). En esmerada producción más artesanal que industrial, está tostado sin azúcar y podría considerarse el primer paso del cliente de supermercado en la empinada escalera hacia el paraíso cafetero: se anuncia como “100 por ciento arábica y 100 por ciento colombiano” y, para la máquina de filtro, tendrá la sutileza de una taza bien equilibrada. (250 gramos / $40,73)
Tostado colombiano (Cabrales)
Avalado por la serena estampa del icónico Juan Valdez y su fiel mula Conchita (los custodios del café colombiano) el paquete blanco sugiere pureza y calidad. Tostado sin azúcar, es de lo más gourmet que puede encontrarse: “Elegimos los mejores granos de café de Colombia y los trajimos”, destacan en Cabrales, con el respaldo de ser el único avalado por la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia. Producido con plantas arábicas, resiste el rigor exigente de una prensa francesa y, en la cafetera de filtro, se lucirá como extraordinario: dulce, liviano y chocolatoso, ideal para la merienda o la sobremesa, un bastión de resistencia para el latinoamericano Juan a la hora de tomar la bebida favorita de Joe. (500 gramos / $56,70)
Publicado en Joy

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.