La última batalla de los próceres del periodismo será contra un color: si Tom Wolfe definió el más mediocre ejercicio de la profesión como “periodismo beige”, Chiche Gelblung sueña con un mundo sin marroncitos. “El marrón es la muerte. El color de los cajones fúnebres. Un tono que hay que abolir”, se indigna Chiche, y, dos segundos después, dirá: “tamo’ jodidos”, la muletilla que repite a mitad de camino entre la resignación del superado y el eructo reprimido. Años después de que un protocolo periodístico impusiera sus rankings de los mejor y peor vestidos para cada festejo social, Gelblung confecciona sus propias listas y se obsesiona con el tema: “El estilo”. En el blog Mundo Chiche (en http://www.minutouno.com) postulará su Diccionario fashion de errores frecuentes y, aun más que la combinación de jeans y zapatos (“un engendro mutante”), se indignará ante el pie masculino: “El calor no es excusa para el horror”. Si es cierto que, al decir de Wolfe, no hay ninguna ley sobre que el narrador tenga que hablar en beige, o en el dialecto de los malos periodistas, tampoco hay alguna que imponga el monocromo: en la esquina de Cabildo y Juramento, Gelblung mide tres metros en el cartelón de la joyería que “respeta el valor de tus afectos” y, aunque la combinación de camisa amarilla y corbata verde lo haga parecer engalanado para la fecha patria de Brasil, él posa con la actitud de un Chiche bombón.
El padrino del periodismo debate las cuestiones fundamentales para la elegancia masculina y emprende una lucha personal contra el beige. Amores y odios de un hombre que hace sociología popular de la moda y se rebela contra los zapatos sin medias.
Brando ¿Cuál diría que es el flagelo número uno para el estilo del hombre argentino promedio?
Gelblung Las medias. Son espantosas. Cortas, de nailon, se le ven las piernas, horribles. Estamos hablando del argentino que usa traje y un pantalón de sastrería o confección, ¿eh? Ese tipo de argentino, entre el zapato, las medias y la ropa, es un desastre general.
Brando Lo oí quejarse mucho de las piernas del hombre. Me parece que tiene un tema con eso…
Gelblung Hasta los 23 años podés mostrar las piernas, aunque siempre hay tipos que tienen lo suyo para exhibir. Pero, en general, tenemos piernas horribles. Tienen que estar quemadas, no tener arañitas ni las venas sueltas. Los tipos después de los 30 tienen los pies hechos mierda, peludos y feos. Algunos usan zapatos sin medias: cuando se les levanta el pantalón y tienen las patas blancas, es muy desagradable.
Brando ¿Se abolió la regla clásica que prohíbe combinar el azul con el marrón?
Gelblung Azul y marrón siguen siendo incombinables, así como otras combinaciones sí se aceptaron. El azul y el verde, por ejemplo. “Blue and green” (balbuceante). El marrón es la muerte. Además, una norma dice que no se puede usar después de las seis de la tarde, y menos beige. “Never use brown past 6 o’ clock.” Esa regla es fundamental porque la impuso el duque de Edimburgo. Pero acá están las mujeres involucradas. No es una arbitrariedad: si le compra algo al hombre, para no equivocarse, se lo va a comprar beige. Argentina es marrón.
Brando ¿Las mujeres se visten peor que los hombres?
Gelblung Sí, se visten mal, hay demasiado jean en cuerpos que no lo soportan. Pero por lo menos saben la diferencia entre la noche y el día. El hombre argentino, salvo las generaciones más cercanas de los metrosexuales, está jodidamente influenciado por las mujeres y ellas tienen un gusto de mierda. ¡Le compran la ropa al tipo, prolongan la maternidad! Un día le salvé la vida a Juan Pablo Varsky, en Fútbol de Primera, porque tenía la influencia de Macaya Márquez, que debe ser uno de los tipos que más se visten como el ojete. Empezaban el programa vestidos de beige… ¡y no podés estar a las diez de la noche de beige! Al final, Varsky se peleó con Christian Lacroix y vio la luz…
Brando Al final del túnel…
Gelblung Sí, pero Macaya siguió siendo un desastre, es casi un estilo. Aunque el tipo que peor se vistió en la historia del periodismo es Marcelo Araujo: hizo escuela. Un día me lo encontré en un vuelo a Miami y era una cosa de terror. Todo caro, pero mal elegido.
Si Gelblung hizo pico de rating en el prime time de los ’90 con el dedo índice en la sien y en una apelación a la “Memoria“, la propia memoria del cronista como alumno de una escuela de periodismo que era casi un anexo de la Editorial Atlántida le devuelve una mitología del que no dudaba en la búsqueda del impacto, Chiche: en la época setentista y legendaria de su dirección de la revista Gente, las fotos trucadas con kilos de merluzas recién compradas en la pescadería para documentar una catástrofe ecológica, las cruces del cementerio de la republiqueta africana reconstruidas para la cámara con fósforos usados o el panegírico infame del 30 de septiembre de 1976: “Hoy he visto llorar al Presidente (Videla)”. El día que recibe a Brando, Chiche es el hombre del día: se acaba de anunciar su contrato con Radio Mitre y Canal 13. Así como en la película Cigarros el escritor le pide al fotógrafo aficionado que repita, una vez más, la historia de cómo consiguió su primera cámara, este cronista quiere escuchar de nuevo cómo Chiche se ganó su primer trabajo periodístico: gracias a un traje (vulgata psi: ¿la epifanía como el germen de su obsesión por el estilo?). “A mí me dicen que conseguí mi primer laburo porque tenía un esmoquin y es mentira, no tenía: se lo pedí prestado a Ante Garmaz.”
Brando ¿Cómo consiguió su primera nota, entonces?
Gelblung Era muy pendejo. Entré en la revista Gente y cayó el gobierno de Illia. Venía la fiesta de gala del 9 de Julio, y Onganía presentaba a todo el gabinete en el Teatro Colón. Cuando llegó la invitación, el jefe de ese momento, que era Raúl Urtizberea, preguntó: “¿Quién tiene esmoquin?”. Grité: “¡Yo!”. Hacía una semana que laburaba y me mandaron a cubrir, y ahí nomás, me dije: “¿Cómo consigo un esmoquin un feriado a las 11 de la mañana?”. Lo llamé a Ante y nos vistió al fotógrafo y a mí.
Brando ¿Estaría de acuerdo con que las redacciones son lugares donde la gente se viste mal?
Gelblung No. Peor es la televisión. Los conductores son generadores de estilos demoníacos. Por empezar, se visten en un 90 por ciento con canje. Y el efecto canje es como se viste Ricardo López Murphy: se le desboca el saco. A López Murphy le compra la ropa la mujer y yo se lo dije: “Usted nunca va a ganar una elección mientras no me pida consejos de ropa. No puede ir por ahí con el saco como si fuera robado, o de canje”. La televisión es terrible, con tipos presuntamente elegantes que cometen el error de vestirse con pilchas que no le quedan bien. El cuello desbocado es el síntoma del canje imperfecto.
Brando ¿Usted no usa canje?
Gelblung Jamás. Uso mi ropa.
Brando ¿El canje es un camino de ida porque después los famosos no quieren pagar más por la ropa?
Gelblung Creen que eso está bien, que es una piolada. Así terminan: comen como el culo, se visten como el culo.
Brando ¿Cuál diría entonces que es la profesión peor vestida?
Gelblung La medicina. Los doctores usan mucho zapato de goma choto, abusan de la impunidad del ambo. Ahora están todos con los crocs, que son una locura de quirófano. Imaginate: se inventaron para que los jardineros pudieran sacarse el barro de los pies con la manguera y acá los usan los cirujanos.
“¿Quién dijo que estos temas son frívolos? Es como pensar que uno no compraría otra marca de arroz si no tuviera otro envase”: Chiche hace sociología de consumo masivo en la radio de los tacheros y, mientras arriesga la rentabilidad promedio de un sánguche de miga (“un 300 por ciento”), discute la lógica economicista del centro comercial. Para el que imprimió una marca personal en un oficio de asalariados que abusan del canje o del evento, el dress code para él resume un mundo de accesorios y una noción de bling bling porteño: saco, pañuelo, gemelos, tiradores, cadenita.
Brando Tanto traje, ¿no se choca con el dress code que tiene Buenos Aires, que impone saco negro como en Suecia, pero en un país ya con el clima de Panamá?
Gelblung No necesariamente. Podés estar vestido con camisa y pantalón y estar perfecto. La corbata es un elemento que felizmente casi desapareció (hoy me la puse porque tenía que ir a una misa y, como no sé cómo se va a la iglesia, pensé que me iban a mirar con mala cara). Pero eso ha cambiado mucho. Hasta en los bancos se usa camisa ahora: después de 2001, como los empleados bancarios eran fácilmente perceptibles por la calle, y acordate de que la gente estaba puteando contra los bancos, les permitieron ir en camisa y pantalón.
Brando Hablando de bancos, ¿qué se hace con el Casual Friday?
Gelblung ¡Ese es el peor día! (risas.) No se trata de ponerte lo mismo sin corbata, un jean con zapatos acordonados o un pantalón de traje con camisa a cuadritos. En un 80 por ciento de los casos le chingan. Es una tragedia nacional.
¿Somos lo que vestimos? “Es fundamental, uno se vende de ese modo”, concluye Chiche, y, como en los tiempos en que la revista Gente pontificaba con historias de triunfo del espíritu humano a páginas nomás de La vidriera de los personajes, el señor director ilustra con la fábula que podrá responder a la máxima que se le atribuye en las redacciones: “Nunca dejes que la realidad te arruine una buena nota“.
“Mirá qué importante será la moda que en una época en que Estados Unidos tenía un importante nivel de desocupación, después de la crisis del petróleo, los curas se preguntaban qué tenían que hacer para ayudar al país y se les ocurrió un sistema de préstamo de ropa para entrevistas de laburo en todas las iglesias católicas. Cuando alguien tenía una entrevista, ellos le prestaban la pilcha, y la podían usar hasta que cobraran el primer sueldo y pudieran comprársela. Hoy todavía, si tenés una entrevista de laburo, vas a una iglesia y te dan la ropa”, impacta Chiche, y, si Tom Wolfe se pavonea con pajarita y bombín como emblema del terrateniente sureño y él, todo gemelos y pañuelos, se insinúa como chulo chic del Abasto, así resume lo que hay que tener: “Hay que tener physique du rol“.