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Fiebre de domingo por la mañana

Parece lo más natural del mundo que hoy nos apunten a la frente con una pistolita y en lugar del bang-bang escuchemos: “Puede pasar”. La fiebre (o, mejor: la ausencia de ella) es un nuevo abrepuertas, aun más efectivo que la “cara de dueños” que, dicen, hay que poner para que nos dejen entrar en todos lados. “La fiebre suele ser el síntoma más común de cualquier enfermedad”, escribe el biólogo Juan Manuel Carballeda en Fiebre, el libro que recopila una colección de epidemias: “Esa especie de intento triste que hace nuestro sistema inmunológico para subir la temperatura del cuerpo y asesinar así a cualquier patógeno invasor se ha convertido casi en un sinónimo de enfermedad”. Aunque la calentura corporal pueda delatar otras urgencias, acá se habla solo de lo médico a pesar de que el autor dedique alguna página a Isabel Sarli y aquella película que hizo subir la temperatura.

 

Una breve historia de las epidemias: el libro “Fiebre” explica que enfermedades hubo, hay y habrá siempre entre nosotros. 

 

En Fiebre, el lector hipocondríaco aprenderá que la pandemia más grande de la historia no es la actual sino la de la gripe española y que la más virulenta fue la de la peste negra, que en el siglo XIV exterminó a la tercera parte de la población de Europa. Además de instructivo, es un libro rabiosamente divertido: ¿o no es gracioso que, más que los leones o los osos, los mosquitos sean los animales que más muertes provocaron o que las vacunas reciban su nombre de las ordeñadoras inglesas que no se contagiaban de viruela porque estaban expuestas al virus más tenue de las vacas? En tono ligero pero aun así riguroso, Carballeda compone una obra que documenta estas épocas febriles: si en esta pandemia se acuñó la expresión “nueva normalidad” en todas las anteriores se alteró la curva de la vida cotidiana y se naturalizaron cosas que parecían impensables, como lavarse las manos antes de comer (pandemia de cólera) o que nos tomen la fiebre al entrar a un banco o un shopping (pandemia de covid-19). El vínculo entre los humanos y los patógenos es una cuestión médica pero también moldeó la cultura acaso como pocas otras cosas.

 

“Puesta en perspectiva con otras pandemias, la hemos pasado mejor y peor”, concluye Carballeda: “Y siempre aprendimos algo. Esta vez no será la excepción aunque quizás no tengamos del todo claro cuál es la enseñanza”. La enfermedad nos empareja como seres finitos porque la fiebre no distingue entre ilustres y desconocidos: le sube a Roosevelt, el presidente estadounidense que quedó inválido por la polio, y a Valentín, el nene porteño con covid que pidió a su madre que ya no le prepare milanesas porque había perdido el gusto y todas las comidas le daban lo mismo.

 

Publicado en La Nación

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.