Lo toman los chicos, lo toman los grandes: en un país con demasiada influencia extranjera, es una auténtica bebida nacional, como nuestro mate. En cualquier bar sirven un Flat White: creado en Sydney en la década del ’80, es ni más ni menos que una capucha de espuma de leche blanquísima sobre un ristretto doble. Ninguna ciencia. Más parecido a nuestro cortado que al americanísimo latte, tiene una consistencia más espesa y siempre se decora con una bonita pieza de arte cafetero.
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Flat White: el café de los australianos
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