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La doble o triple vida de las estrellas

“El madama masculino de Hollywood”: así le dijeron a Scotty Bowers hasta que murió a los 96 años, en octubre pasado. Aun en las sombras, fue quien más hizo por demoler el idilio conservador que el público tenía con las estrellas del cine clásico. Primero como voluntarioso empleado de una estación de servicio, donde los artistas iban a cargar nafta y descargar tensiones, y después como proveedor de amantes con tarifa plana (20 dólares), él fue protagonista de una película que nunca se filmó. Hasta que a los 90 publicó Servicio completo, la secreta vida sexual de las estrellas de Hollywood, un libro fascinante que se lee de una sentada y que ahora inspira a Hollywood, la miniserie que estrenó Netflix: producida por Ryan Murphy, el creador de Glee o American Horror Story, muestra la vida tapada del galancito de las adolescentes o de la actriz que se anunciaba como la novia de América.

 

La miniserie “Hollywood” está inspirada en las memorias del hombre que proveyó servicios sexuales a actores y actrices de la era dorada.

 

Entre las décadas del 40 y el 60, el estricto Código Hays fue un sistema de censura con reglas muy específicas que determinaban qué se podía ver, y qué no, en las películas estadounidenses y los contratos de las estrellas incluían cláusulas de moralidad que las empujaban a tener una doble o triple vida (en sus años en actividad, Bowers proveyó servicios sexuales a Cary Grant, Montgomery Clift, Katharine Hepburn, Rock Hudson, Vivien Leigh, Laurence Olivier y Edith Piaf, entre muchísimos otros). A los ojos del público, los artistas debían tener una vida casta o apenas romántica. En la miniserie Hollywood, el contraste es fabuloso: las “fábricas de sueños” proponían un mundo inmaculado de teléfonos blancos pero al bajar la persiana la ciudad se convertía en una inmensa orgía. “Uno concluye que las fantasías eróticas de los films no podían no contaminar a sus intérpretes de carne y hueso”, escribió el crítico español Román Gubern: “Y que lo que ocurría bajo porches coloniales o en piscinas privadas era tanto o más interesante que lo mostrado en las pantallas tuteladas por Will Hays, obligadas a sugerir en vez de mostrar”.

 

En esa Hollywood Babilonia, las coerciones puritanas encontraban una válvula de escape cuando ni las luces ni las cámaras estaban encendidas: distraída con el romance o la peleíta, la crónica rosa nunca develó las vidas reales que se custodiaban como secretos de Estado. Si el lema de un estudio de la época prometía “más estrellas que en el cielo”, la realidad era bien distinta: al caer la noche, el deseo de los artistas se nublaba y recién en una estación de servicio o una habitación de hotel empezaba a despejarse.

 

Publicado en La Nación

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.