Parece que se descubrió en Etiopía, lo tuvo que aprobar un papa y fue a la guerra. Ocho hitos del brebaje negro.
“Más loca que una cabra”: el refranero popular podría hablar del descubrimiento fortuito del café, allá por el año 800 en la remota Abisinia, hoy Etiopía, un páramo del norte de África. El pastor Kaldi vio que sus cabras saltaban enloquecidas y temió que hubieran sido envenenadas. Pero se alivió al comprobar que sólo habían comido las semillas del cafeto, el arbusto del que saldría una bebida milagrosa y milenaria, tan estimulante para un oficinista en la hora después del almuerzo como para un pastor etíope que quería ser poeta. Eso dice la leyenda. La realidad indica que, desde entonces, el café se convirtió en la segunda bebida más consumida del planeta, después del agua, en el segundo commodity del mundo, después del petróleo, y que provocó guerras y revoluciones, fanatismos y prohibiciones. Y todo esto cuenta el libro Café, de Etiopía a Starbucks: la historia secreta de la bebida más amada y más odiada del mundo. Ya en su temprano comercio manejado por los turcos, un modelo para las más feroces prácticas monopólicas y un símbolo de las crueldades del capitalismo: lo que un europeo paga por un café es lo mismo que cobra un campesino por un día de trabajo. Cultivado en países pobres para que se consuma en los ricos, el café traza una parábola del último milenio en la cultura humana: una crónica que es tan ancha y compleja como el mundo, pero que puede resumirse en algunos hitos fundamentales, desde su unción bautismal hasta otra clase de conquista y una nueva forma de imperio cafetero.
Publicado en Brando
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