“La escena es hermosa e inquietante al mismo tiempo y nunca deja de maravillarme”. El momento en que dos androides unen sus frentes para transferirse datos colma de belleza al creador de las máquinas, uno de los personajes de la escritora coreana Bora Chung: la frase podría servir para describir otras incontables escenas de Conejo maldito, su primer libro de cuentos traducido al castellano en el que el probable amor de un humano por un humanoide se cruza con una lámpara con forma de conejo que trae la desgracia a cualquier persona que la toque o con un inodoro que alberga a una criatura monstruosa. Los vicios del ultracapitalismo se plasman en la maldición de los objetos.
El libro de cuentos de la autora coreana Bora Chung exprime el terror para mostrar algunos de los vicios del ultracapitalismo.
Nacida en Seúl en 1976, Chung fue finalista del Booker Prize con esta antología de diez historias donde lo sobrenatural no deriva tanto de maldiciones arcaicas (pero que las hay… las hay) como de la distorsión de la realidad que promueve el culto al mercado: en esta versión de Corea del Sur, el país donde los empleados se desmayan de cansancio frente a sus puestos de trabajo y se impuso la frase “Hell Joseon” que significa “infierno coreano”, el credo sagrado se reemplaza por la adoración secular. Aquí no hay vellocinos de oro sino hipotecas impiadosas y el ogro no luce como Shrek: “Tuvo que acostumbrarse a la amarga sensación de ir a los bancos y darles casi hasta el último céntimo que ganaban durante siete largos años”, escribe Chung sobre el matrimonio que compra una propiedad con un sótano encantado: “Pero al final había merecido la pena”. Número de los pecados capitales, los días de la semana o los planetas y sus deidades, el siete representa el orden completo o el cierre de un ciclo: deuda saldada, y a gastar de nuevo.
“Las historias de Conejo maldito mezclan elementos de terror, fantasía y surrealismo, y cada una está visceralmente arraigada en los miedos reales y las presiones de la vida cotidiana”, dijo el jurado del Booker Prize: plagada de fetiches y deshechos, la narrativa de Chung resume algunos miedos que provoca el mundo actual. En el cuento “La trampa”, un padre se cuela por las noches en la habitación de su hijo para chuparle la sangre, que no es sangre sino oro; en “Cicatrices”, un chico cautivo en una cueva sirve de alimento para un monstruo oscuro llamado Eso; en “La regla”, una joven pone un aviso en el diario para encontrar padre para un bebé que ni siquiera fue concebido. “Aunque soy tan pobre que no he tenido otro remedio que pedirte por mensaje que me llames tú, prometo que algún día pagaré la llamada”, le dice un candidato: “¡El capitalismo no es nada frente a la fuerza del amor y la pasión!”. Como el escritor Ted Chiang, autor del cuento en que se basó la película La llegada, y antes Isaac Asimov, Philip K. Dick o Ursula K. Le Guin, Chung explora el futuro desde el presente con el humanismo como brújula.
Si es cierto que “los objetos que van a contener una maldición deben ser hermosos”, como dice el herrero que fabrica las lámparas malditas, acá la saturación material tiene menos que ver con la magia del orden de Marie Kondo que con un hartazgo de época: hay demasiado de todo. Tragedia personal o desgracia colectiva, este Conejo maldito resume un universo en el que nadie se salva solo porque, como decía un antiguo proverbio japonés, “maldecir a alguien conlleva dos tumbas”.
Publicado en La Nación