Para Truman Capote, un cafecito apurado por un Martini tempranero. Para Marcel Proust, la nostalgia por la magdalena y la obsesión por el espresso. Para John Steinbeck, un café rancio. Y para el atormentado Franz Kafka, apenas un vaso de leche. La dibujante yanqui Wendy MacNaughton, residente en San Francisco, se puso a imaginar (¡y dibujar!) los desayunos de sus escritores favoritos. ¡Gracias, March!
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