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Los días y las noches en un valle de lágrimas

Los cínicos decían que era una burbuja, los optimistas creían que era el futuro y los programadores, alucinados con la posibilidad de crear un mundo, lo llamaban el ecosistema: distintas maneras de referirse a Silicon Valley, el lugar del Oeste estadounidense donde están las empresas de internet. Hacia allí fue la escritora neoyorquina Anna Wiener y más allá del cambio de costa (“la única ventaja cultural de Los Angeles es que podés dar la vuelta a la derecha en un semáforo en rojo”, dijo Woody Allen), lo que vio la perturbó y de esa imagen surgió Valle inquietante, el libro que acaba de publicarse acá. En la gran tradición estadounidense de la sociología de la observación, que ofreció obras-cumbre de Gay Talese o Joan Didion, es una crónica sobre el lado oscuro de las startups y una disección de aquello hacia lo que viró la piedra basal del capitalismo: La Empresa.

 

Crónica desde el lado oscuro de las startups: la de internet es una industria con los peores vicios de las industrias tradicionales.

 

Como empleada de una compañía de internet, a Wiener se le exigía que estuviera permanentemente EALC (la sigla de Entregada A La Causa). La Causa era la motivación final de La Empresa: convertir a sus accionistas en multimillonarios, claro, pero también modelar el futuro. Sin nombrarlas, pero dando las pistas para identificarlas, Wiener habla de Google, Amazon, Facebook, AirBNB o Uber, las corporaciones que cambiaron los escritorios por las mesas de ping pong y que pretenden diseñar un mundo nuevo con vicios viejos: “Los falsos ideales, las interminables jornadas, el corporativismo alienante y la misoginia endémica”. Ahí donde la utopía muta en distopía, hay que contribuir a La Causa: la de internet es una industria que presume de igualdad y diversidad aunque el 96 por ciento del capital termine invertido en proyectos manejados por hombres, todos ellos jóvenes, blancos y agotados que aguantan a base de cafeína. Después de dos años en empresas de distinto tamaño, Wiener descubrió que era cierto aquello que le había advertido un amigo veterano: “No existe prácticamente ni una sola empresa para la que puedas trabajar que sea buena”.

 

Aun así, el ping pong está permitido en horas de trabajo. “Silicon Valley se había convertido en un gesto, una idea, una expansión y un borrado”, concluye Wiener: “En una clave y un test de Rorschach. En un sueño o un espejismo”. En su trabajo, ¿está usted EALC? Es lo que exige La Empresa. A pesar de sus discursos amables, las startups no son diferentes de cualquier fábrica de chocolate: en las sombras, un batallón de oompa-loompas con bluetooth jamás descansa para que usted al entrar en internet pueda decir “voy a tener suerte”.

 

Publicado en La Nación

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.