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Made in China, a patada limpia

“¡Amarillos, vuelvan a su país!”, es lo primero que escuchan al bajar del barco: una bienvenida nada hospitalaria y un comienzo poco auspicioso. Los chinos se agolpan en el puerto de San Francisco, un mamotreto de maderas flojas y clavos sueltos tal como era en 1878, y entonces empiezan los problemas. Así comienza Warrior, la serie de acción que termina esta semana en el canal Max Prime: para el minuto 3:30 ya habrá habido una pelea a patada limpia y para el 4:45, tres caídos. Basada en manuscritos del mítico Bruce Lee, fallecido en 1973, es un derroche de artes marciales y entuertos románticos pero, aunque la crítica estadounidense la haya clasificado en el impreciso subgénero de macho-fight, es más que eso: una fábula de época sobre los inmigrantes y el odio a los diferentes.

La serie Warrior es el legado póstumo de Bruce Lee, que la escribió dos años antes de su muerte.

 

A una pregunta de ocasión (“¿cómo están las cosas en casa?”), un recién llegado responde con amargura: “Hambruna, revolución, lo de siempre”. Con una ambientación deslumbrante que reproduce las mil formas de lo típico chinesco (túnicas, sombreros-plato, bigotes en punta, arroces y palitos), Warrior narra las aventuras de Ah Sahm, un joven saltamontes del kung fu que viaja a Norteamérica para recuperar a su hermana y que se envuelve en la guerra entre los tongs, los clanes de la mafia oriental: en el siglo XIX hay escuadrones de la muerte contra inmigrantes, redes de contrabando de opio y brigadas de policías que ejercen la fuerza bruta (nada muy distinto a lo que muestra un noticiero de hoy). La serie está basada en un texto de ocho páginas que escribió Bruce Lee en 1971 y que su hija Shannon exhumó ahora. Además de las peleas, coreografiadas como para un musical de Broadway, Warrior es una parábola proverbial sobre la tortuosa fundación de los barrios chinos (toda ciudad grande tiene uno) y el dolor de abandonar el hogar y llegar a un sitio donde a uno no lo esperan, ni lo quieren: “Son tiempos peligrosos para los chinos”, se lamenta Ah Sahm y hoy podría decirse algo parecido de los mexicanos, los sirios o los ruandeses. 

Los inmigrantes chinos, los policías irlandeses y los funcionarios anglosajones se odian al punto de convertir un caldo racial en una olla a presión. En suma, la serie trata sobre la esencia de la americanidad, el mito fundador de un país joven compuesto por personas llegadas de otras partes. Amarillos, pelirrojos o rubios, todos pelean por quedarse con la localía pero hay que ser prudentes: como dijo el filósofo, si los millones de chinos se ponen de acuerdo y dan al mismo tiempo una patada en el suelo, el resto va a pasarla mal.

Publicado en La Nación

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.