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Mujer contra mujer: una hija y su madre

“Cada vez que me ve, dice: ‘Me odiás. Sé que me odiás’”: la hija escucha siempre la misma monserga materna. “Voy a hacerle una visita y a cualquiera que esté presente -un vecino, un amigo, mi hermano, uno de mis sobrinos- le dice: ‘Me odia. No sé qué tiene contra mí, pero me odia’”. El vínculo de amor y odio entre una hija y su madre es el corazón de Apegos feroces, el sensacional libro de la neoyorquina Vivian Gornick que recién ahora se traduce al castellano. Escrito en 1987, se adelantó treinta años a un berretín de esta época: la literatura del yo, que ofreció joyas introspectivas como Mi lucha, de Karl Ove Knausgård, o bodrios de un onanismo intolerable (un sabio dice que existe una diferencia radical entre hablar uno y hablar de uno mismo). Elegido como libro del año por el gremio de libreros de Madrid, Apegos feroces da voz a dos mujeres que hablan por muchas.

El vínculo de amor y odio entre una hija y su madre es el corazón de Apegos feroces, el sensacional libro de la neoyorquina Vivian Gornick que recién ahora se traduce al castellano.

“Mi madre es perfectamente capaz de parar por la calle a un completo desconocido cuando salimos a pasear y soltarle: ‘Ésta es mi hija. Me odia’”. A los cuarenta y pico, Gornick camina con su madre, ya anciana pero vital y neurótica como en sus mejores años. Las calles de Nueva York, especialmente las del Bronx, donde ambas nacieron, y las del Lower Manhattan, donde vivieron después, son más que un escenario: superpoblada de personajes singulares, la ciudad hace soportable sus soledades. “Las dos tenemos aventuras a diario con conductores de autobús, mendigas que arrastran carritos, acomodadores y locos callejeros”, escribe la hija. Historiadora y activista, Gornick se convirtió en pionera de la segunda ola del feminismo en los Estados Unidos; para los hombres, Apegos feroces es una oportunidad única para indagar en los pensamientos y los sentimientos de ellas. “¿Podría ocurrir que fuera el primer hombre que declara a favor de este libro?”, se pregunta Jonathan Lethem en el prólogo. Claro que no: somos un montón. 

Se dice que éste es un libro que casi nadie conoce pero que todos deberían leer. Las memorias de esos paseos semanales están repletas de reproches y complicidades, pero también de diálogos reveladores acerca de lo que significó ser mujer en el siglo XX. Y desmienten que la anécdota sea una de las formas más bajas de conversación. “Nuestros mejores momentos juntas son cuando hablamos del pasado”, dice la hija, que quiere volver a escuchar la historia de unas tales señora Kornfeld o señora Drucker. Aun quejosa, la madre se resiste pero vuelve a contar porque “lo único que odia es el presente; en cuanto el presente se hace pasado, comienza a amarlo inmediatamente”.

Publicado en La Nación

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.