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Qué ves, qué ves cuando me ves

En la eternidad todo es visión, dijo alguna vez el poeta William Blake, y esas diez manchas de tinta multiplicadas por sus infinitas interpretaciones quedaron para la posteridad: ¿son dos mariposas inocentes o un amasijo de mujeres masacradas, según lo que vio un hombre al que evaluaban para ser maestro de escuela? Resultado: no lo contrataron. Hace casi cien años, los garabatos creados por Hermann Rorschach se convirtieron en el más icónico test de evaluación psicológica y llegaron hasta hoy envueltos en furiosas polémicas (poco tiempo atrás esta misma columna reseñó un libro que cuestiona los tests y su autor recibió los insultos más floridos de toda su vida: no habría mafia peor hablada que la de los psicólogos). Por eso, resulta reveladora la publicación de Manchas de tinta, la tardía primera biografía de aquel psiquiatra suizo que usó su vocación artística para el diagnóstico psicológico basado en una única pregunta: “¿Usted que ve?”.

Rorschach creó un método pictórico para vencer las resistencias del paciente: 10 láminas, algunas en colores y otras en blanco y negro, donde la persona debe escribir lo que ve. Se dijo que su test es una “radiografía del alma”.

“El test es un trabajo visual que esquiva nuestras defensas y estrategias conscientes de autopresentación”, escribe el estadounidense Damion Searls, autor de Manchas de tinta: “Se puede controlar lo que se quiere decir pero no se puede controlar lo que se quiere ver”. Nacido en Zúrich en 1884, Rorschach era un psiquiatra y artista plástico famoso por su buen ver: alto, rubio y atlético, fue el Brad Pitt de los consultorios de su época. Proféticamente, de chico recibió el apodo de Kleck, que en alemán significa “mancha”. Y de grande, creó un método pictórico para vencer las resistencias del paciente: diez láminas, algunas en colores y otras en blanco y negro, donde la persona debe escribir lo que ve. Se dijo que su test es una “radiografía del alma”: todavía hoy es admitido como evidencia judicial en muchos países, está cubierto por los seguros de salud y se usa en entrevistas laborales o para determinar custodias familiares. Pero una legión de médicos y psiquiatras opinan que no tiene ningún rigor técnico, que es un ejemplo bochornoso de pseudociencia y que debería ser discontinuado junto con la máquina de la verdad de Chiche Gelblung.

De carácter tan ermitaño que pasó buena parte de su vida en un remoto asilo donde trabajaba solo, Rorschach no llegó a participar de las discusiones: murió a los 37 años, por una apendicitis mal atendida. Tironeado entre las teorías de sus contemporáneos Freud y Jung, legó una colección de dibujos que millones de personas aún miran del derecho y el revés: para él, quienes somos tiene menos que ver con lo que decimos (¡malditos fallidos!) que con lo que vemos.

Publicado en La Nacion

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.