7. Tumbler hermético
Hubo un día en que el café ya no se tomó en recoletas tazas de porcelana. Como solución práctica para un país siempre en tránsito, el tumbler se volvió un ícono del consumo cafeteril en los Estados Unidos, primo cercano del vaso de cartón. Hermético y aun con tapa traicionera, al vasote le queda grande un shot de espresso y alberga gustoso casi medio litro de ese café que toman los yanquis, apenas un líquido de filtro o jugo de paraguas. En tiendas Starbucks a 84 pesos.
8. Taza de porcelana
Podrá admitir un varietal de procedencia dudosa o un molido no del todo fino, pero el sommelier de café no aceptará jamás la cata en otra cosa que no sea una taza de porcelana. Como en todo ritual, la vajilla también tiene sus secretos: no debe ser de vidrio, porque no conserva bien el calor; no debe ser de metal ni de plástico, porque adultera los sabores. De porcelana o de cerámica, en medida de espresso (60 ml.) o de lungo, nuestro popular “jarrito” (120 ml.) siempre mejores que el tazón (mitad caliente y mitad frío) y con fondo redondeado para que no se desarme la espuma. No confundir con el mug: tuneado con el logo de la oficina, reservar para el mate cocido. En tiendas Falabella a 33 pesos.
9. Cápsulas Ristretto
Auténtico tanito castigador, un clásico súper concentrado. Dícese del café todavía más corto que el espresso (apenas 30 ml.) que, en la mitad de una taza, podrá saber como petróleo para el paladar no experto. Síntesis perfecta de la infusión, es ácido y con un cuerpo fuerte e intenso, no recomendable para el estómago delicado: como el tequila, tomar de un shot, fondo blanco y directo a la nuca. En Nespresso a 35 pesos las 10 unidades.
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