El libro de bolsillo se ajusta a la época: si ahora, cada vez que vibra la entrepierna, se nos recuerda que allí llevamos un teléfono, el último invento de la industria editorial es un libro… que imita la forma del celular. Este mes llega a las librerías estadounidenses una nueva tirada de cuatro novelas de John Green, uno de los más exitosos autores juveniles (vendió más de 50 millones de ejemplares y tiene más de 2 millones de seguidores en Instagram), pero en un formato revolucionario: cada librito tendrá el tamaño exacto de un smartphone y los textos no estarán impresos en sentido vertical sino horizontal, para que el lector pueda sostenerlo con una sola mano y deslizar las páginas con el pulgar, como hace en la pantalla del teléfono. Si es cierto que, a pesar de los pronósticos fatalistas, se lee cada vez más (lo es), el intento de seducir a los jóvenes con un artefacto que les resulte familiar justifica el lema que acompaña la ideota: “John Green es uno de los más grandes autores del mundo. Ahora quiere ser el más pequeño”.
Cada librito tendrá el tamaño exacto de un smartphone y los textos no estarán impresos en sentido vertical sino horizontal.
Tapa dura, tapa blanda, de bolsillo, audiolibro o ebook: estos formatos convivirán con el flipback, como bautizaron al libro-teléfono en los Estados Unidos. Impreso en papel manteca, para que las páginas se deslicen suavemente, nació en los Países Bajos, donde se conoce como dwarsligger (en traducción libre del holandés, algo así como “viga transversal”). Allá, la editorial Royal Jongbloed, que se especializa en la impresión de biblias, publicó 350 títulos de bestsellers como Dan Brown, Agatha Christie, F. Scott Fitzgerald o Isabel Allende por toda Europa. Estas miniaturas, de 12 por 8 centímetros y 145 gramos, desafían la moda de los libros XXL (según un estudio realizado en Inglaterra, hoy las novelas son un 25 por ciento más extensas que hace quince años) y emparentan su formato con el tipo de lectura actual, más fugaz y espasmódico, a la vez que cumplen con el consejo que se repite al lector portátil del subte o el colectivo: ir liviano.
Con tipografía apretadísima (se calcula que los adolescentes tienen buena vista), cada flipback de John Green se venderá a 12 dólares y ya se anuncia para el año que viene un arsenal de clásicos reducidos y horizontales. Aunque es prematuro aventurar si el formato será un éxito o un fracaso, como las películas en discos láser o la música en magazines de ocho pistas, sí es posible decir que el libro-teléfono desafía un saber universal: que el libro es el objeto definitivo o, como decía Umberto Eco, “algo como la cuchara, la tijera, el martillo o la rueda: una vez inventado, no se puede mejorar”.
Publicado en La Nación