Para los más psicologistas, acaso sea el menaje perfecto del histérico clínico, el más obsesivo de todos los vuelteros. Para los que tienen espíritu práctico, la taza laberinto resuelve un viejo dilema: el chorreo de la bebida. En todo caso, y con su platito sinuoso, la conclusión no da muchas vueltas: esta vajilla es una ideota.
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