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Tu vida siempre ha sido una mentira

Fue una de las estafadoras más famosas de los Estados Unidos y se llamó Cassie Chadwick o Lydia de Vere o Florida Blythe o Mary Laylis o Maxie de Laylis o Lydia Brown o Lydia Cingan o Lydia Scott o D.C. Belford o señora Scott o señora Wallace o Alice Bestedo. Sus crímenes (convencer a los bancos de que le entreguen dinero, aun con su aspecto común y corriente de señora madura) son tan memorables como sus alias, un rosario de nombres intercambiables para despistar a la policía. A 150 años de sus andanzas, ella es una de las protagonistas de Maestras del engaño, el delicioso libro recién publicado que recopila las aventuras de las falsarias legendarias. Si las series más vistas de esta época insisten con la idea del impostor perfecto, ¿por qué nos fascinan las fábulas de chantas?

 

El encanto de las maestras del engaño: ¿por qué nos fascinan las fábulas de timadoras y falsarias?

 

“El hecho de que nos encanten los timadores probablemente sea el mayor timo de todos los tiempos”, escribió la periodista estadounidense Tori Telfer, autora de Maestras del engaño, una antología con subtítulo elocuente: “Estafadoras, timadoras y embaucadoras de la historia”. Como si fuera una merienda organizada por Yiya Murano, en sus páginas conviven las hermanas Kate y Maggie Fox, que convencieron a la sociedad decimonónica de que podían hablar con los muertos y así fundaron un imperio de sábanas blancas, con la infinidad de herederas falsas de los Románov que reclamaron ser la mismísima princesa Anastasia. Como escribió Bram Stoker, el autor de Drácula, en su librito Famosos impostores, el de los estafadores “es un tema que bien podría llenar una docena de volúmenes”. La capacidad para gustar, más que cualquier otra habilidad delictiva, es su mérito mayor: se los acusa apenas de abuso de confianza y el timo, en los noticieros o la charla de ascensor, despierta admiración. “En lo más profundo, queremos ser ellas”, concluye Telfer: “La mayor parte de la gente, y sobre todo las mujeres, vive su vida constreñida por mil y una barreras sociales. Sin embargo, por una misteriosa alquimia de talento y criminalidad, las artistas de la mentira atraviesan esas barreras igual que Houdini escapaba de sus famosas camisas de fuerza colgado de un edificio”.

 

¿Las estafadoras acaso serán las versiones terrenales de las sirenas? Si es lógico que la víctima de un engaño, por despecho o por pudor, no comparta esta opinión, una evidencia documental es la crónica del diario neoyorquino Daily News, que en 1977 publicaba la saga de estafas de una tal Barbara St. James (“les sonsacará la historia de su vida, sus problemas y sus triunfos”) y en letras de molde celebraba: “Si la conocen, les encantará”. 

 

Publicado en La Nación

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.