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Un nuevo nivel de seguimiento y paranoia

El anillo rojo aparece alrededor de la foto de perfil y ella se revuelve de placer: ¡hay nuevas historias! En la red social, ella (per) sigue a una mujer con la que está obsesionada, que no casualmente es amante del hombre con el que quiere estar. La protagonista de Soy fan, la novela recién publicada de la escritora londinense Sheena Patel, tiene unos treinta años, es hija de inmigrantes, vive con su novio en un departamento pequeño y mira el mundo a través del filtro de Instagram. Aun sin proponérselo, es la voz de la conciencia de una generación que no tiene amigos sino seguidores y que, ante la disponibilidad infinita de conexión, se siente más desconectada que nunca: “Soy una fan y por lo tanto puedo ser eliminada de la trama”. 

 

Una novela sobre la adicción a fisgonear vidas ajenas en redes sociales y la obsesión que despierta en algunos “seguidores”.

 

En su primera novela, Patel disecciona la mente ansiosa y el dedo exhausto de tanto scrollear (“es un debut ágil y explosivo que excava en las profundidades más oscuras de la coerción, la seducción y las dinámicas de abuso”, escribió el diario The Guardian). Si a todos nos parece que el teléfono nos lee el cerebro cuando pensamos “¡qué sueño!” y al instante aparece un posteo pago de colchones, a ella el algoritmo le recuerda cuán miserable es su vida en comparación con la de la mujer con la que está obsesionada. Es que en las redes contamos la misma historia una y otra vez. “La imaginación humana está canalizada para pensar a través de las estrechas líneas del algoritmo”, escribe Patel: “Si te ha gustado esto, te encantará esto otro”. El cálculo está programado para lo obvio aunque se está volviendo más inteligente e imprevisible: si miro una película de Pacino me recomienda una de De Niro, y al revés. ¿Qué pasará cuando pueda medir el hartazgo o sugerir el consumo irónico?

 

Que el espectador paranoico imagine a una mujer obsesionada como la de Atracción fatal, pero en esta época (no se han registrado crímenes contra conejos en la redacción de este artículo). La red social, con su maldita exigencia, reclama actualización constante a cambio del like, pura endorfina digital, para ganar seguidores, crear comunidad y tener fans. “Me encomiendo a detalles autobiográficos, mastico mi vida, la escupo y la adorno sobre la página”, dice la protagonista de Soy fan en su doble posición de seguida y seguidora. Desesperada por obtener algún tipo de reacción del hombre con el que quiere estar, diseña su propia vida y vigila la de él aunque sabe que ambos no son de fiar. Es el famoso storytelling personal, o narrativa de uno mismo. Mientras tanto, la red social los engulle y Patel se pregunta: “¿Es el ansia por tener una fanbase una manifestación de lo políticamente indefensas e indefensos que nos sentimos en el fondo? ¿O se trata de algo totalmente distinto?”.

 

Actualiza, actualiza, actualiza. ¡Anillo rojo! La seguidora compulsiva es testigo de los días de decenas de personas en un par de minutos y se mantiene al tanto del relato que hacen de sus vidas. ¿Esa hamburguesa vegana del bodegón gentrificado? Habría que probar. ¿Esa silla de estilo mid-century o sea que es vieja pero vale seis veces más cara que una nueva? Habría que comprar. “Repasar su Instagram azuzada por el odio desata algo corrosivo dentro de mí”, confiesa la fan y desbloquea un nuevo nivel de seguimiento y paranoia. Hay algo peor que un psicópata: un psicópata idiota.

 

Publicado en La Nación

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.