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El último tabú de la televisión

Para no dejar a ningún espectador distraído como Dios lo trajo al mundo, corresponde arruinar la sorpresa: en Amor y anarquía, una de las mejores series que Netflix estrenó en los últimos tiempos, su jovencísimo protagonista aparece desnudo. La comedia transcurre en una editorial de Estocolmo y cuenta el desafiante vínculo entre Sofie, una gerenta casada y con hijos, y Max, el pibe de sistemas: a los veinte años, tiene una fascinación con las milf (mujeres que podrían tener la edad de su madre y a las que le gustaría… amar) y en una escena se muestra totalmente desnudo. No es un detalle menor, ejem: ni un pantallazo rápido ni un plano apenas en foco sino una larga exposición frontal y dorsal y, aunque es legendaria la disposición nórdica hacia el despelote, la escena discute un trauma aún vigente en la televisión: el desnudo masculino.

 

Cuerpos masculinos en primer plano: la desnudez del hombre es la barrera final que aún debe cruzar la televisión.

 

Unos capítulos antes, Sofie también se había desnudado pero eso no supuso ningún escándalo: filmada por directores hombres, la mujer exhibe su cuerpo sin que se partan las aguas. Pero usted, televidente fisgón, ¿cuántas escenas recuerda en que el actor principal de un programa haya estado en cámara con toda su humanidad al aire? “Debemos admitirlo: cuando la desnudez masculina llega a la pantalla todavía nos queda algo por crecer”, escribió el crítico inglés Steve Rose en el diario The Guardian a propósito del estreno de Patrick, un drama belga que sucede en un campamento nudista y donde todos sus actores están, lógico, desnudos: “Su contraparte femenina ha sido largamente prevalente o explotada, pero el nudismo masculino a menudo es mostrado en términos de comedia o lucha”. Según el director Judd Apatow, los estadounidenses temen al pene. Y de ese complejo original se desprende el tabú mayor de la TV: el miembro masculino. Aunque algunas series norteamericanas, como Game of Thrones y Euphoria, o argentinas, como El marginal, picaron fugazmente en punta, los europeos menos púdicos son adelantados en derribar el último prejuicio catódico (aunque los rotundos atributos físicos del irlandés Paul Mescal en Normal People sugieran que él es cualquier cosa menos “gente normal”).

 

La asimetría en la exhibición de los cuerpos, según sean femeninos o masculinos, se está emparejando: felizmente, la época expulsa a los viejos directores misóginos que exhiben a sus actrices como si fueran cortes de carne y los actores tienen cada vez menos pudores en mostrarse sin ropa. Es un camino de ida hacia la aceptación de la naturalidad del cuerpo masculino porque, si todos tenemos lo mismo aunque sea diferente, ¿qué sentido tiene esquivar el bulto? 

 

Publicado en La Nación

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.