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Las plantas nos cultivan a nosotros

Todos los árboles son peregrinos, decía alguien en un cuento de Nabokov: paradoja vital, porque al ojo miope nada le parece más estático, el árbol viaja primero como semilla y después se mueve aunque no vaya a irse a ningún lado. “Nosotros, los humanos, viajamos con todo nuestro cuerpo, pero no es un fragmento de nosotros el que se mueve con autonomía para implantarse en otro lugar”, compara el escritor colombiano Efrén Giraldo en Un ensayo sobre la flora, su libro recién publicado. “Quién pudiera, ante un virus, escindirse para vivir de nuevo”, dice y el anhelo está marcado por el duelo ante el destino de un primo al que no le bastaron los pulmones: lo escribió durante el encierro provocado por la última pandemia.

 

Un ensayo que expone referencias vegetales en el arte y la literatura, desde las expediciones de Humboldt hasta el vademécum de la brujería de Harry Potter.

 

Acá, cuando se habla de trasplante, Giraldo se refiere a la metáfora agrícola por excelencia. Este inventario, que ganó el premio de no ficción Latinoamérica Independiente 2022, no tiene la ambición de una taxonomía botánica, pero sí el tono fragmentado de un diario escrito a partir de las observaciones que despertó un jardín súbitamente vacío de humanos. Si un tópico de la fantasía futurista es el planeta invadido por plantas carnívoras y mandrágoras mutantes, no se estuvo más cerca de eso que esta época en que los ciervos pastaron en medio de Times Square. El libro, que es un “sumario de plantas oficiosas”, como el Herbario en el que Emily Dickinson catalogaba las plantas con que se cruzaba, conecta el jazmín tropical, la orquídea o la alegría del hogar con cuestiones trascendentales: la representación vegetal en la literatura, el arte, la cultura popular o la historia familiar de un colombiano nieto de campesinos y jardinero aficionado. ¿Acaso las plantas nos cultivan a nosotros?

 

“El interés en el mundo de las plantas ha sido una especie de corriente secreta que une mi atracción por cosas dispares como el aire libre, los ríos y las selvas, el campo y la montaña, los libros, el arte, el papel y los talleres de artistas, ilustradores y diseñadores”, enumera Giraldo, que recuerda aquellos sábados infantiles en que las novelas de ciencia ficción narraban paisajes vegetales como derivaciones populares de una idea sobre la vida salvaje en otro planeta. Igual que en esos injertos anárquicos en que a un cactus le nace una flor imprevista, en Un ensayo sobre la flora se mezclan los dibujos resultantes de las expediciones sudamericanas de Humboldt con el vademécum de la brujería vegetal de Harry Potter y se cuestiona un prejuicio universal: ¿por qué del vago o el comatoso se dice que están en “estado vegetativo” si la planta es un ejemplo supremo de autosuficiencia, supervivencia y aguante? Los seres vivos más longevos de nuestro planeta son árboles. “Un árbol fue casi siempre sembrado por alguien que vio más allá de su horizonte inmediato, de los límites de su propia vida”, escribe Giraldo y recuerda cuando su padre plantó un duraznero y lo oyó decir a los nietos: “Este árbol ya será para ustedes, a nosotros no nos toca”. 

 

En su infinito afán de destrucción, el humano se ensaña con las plantas porque en su pasividad encuentra una víctima fácil, pero el jardinero sabe que el amor al reino vegetal es un amor inevitablemente correspondido sin condiciones: según Giraldo, “la única cosa viva que devuelve en la misma cantidad que recibe, y más”.

 

Publicado en La Nación

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.