El picozapato es un pájaro que tiene un pico enorme, del tamaño del mocasín que usaría un jugador de la NBA. Existe, pero nadie lo vio: “Verlo es como descubrir algo. Como si te tocara la lotería”, compara un lugareño del Congo, el país africano donde apareció por última vez. El picozapato está en peligro de extinción pero, aun en su persistente ausentismo, vive muy presente en el imaginario colectivo de los nativos, que lo admiran por majestuoso y elusivo como a un ídolo deportivo. Y es una de las criaturas de Animales invisibles, el revelador libro del cronista español Gabi Martínez que acaba de publicarse acá y que recopila una zoología de lo imposible, compuesta por varios seres misteriosos y un desafío: animales fantásticos y dónde encontrarlos.
El libro Animales invisibles, de Gabi Martínez, es una crónica de viajes con tantas leyendas y mitos que puede leerse como una novela de intriga.
“Lo invisible suele asociarse al misterio o la derrota, a lo feo o débil, a lo malo, rebelde o astuto, aunque al tratarse de animales también es posible pensar en lo salvaje; en animales que eluden nuestra presencia más que nada para sobrevivir y, zafándose del tumulto de este siglo, todavía pertenecen al ámbito del silencio”, escribe Martínez, un premiadísimo autor viajero que fue desde Uganda hasta Pakistán y desde Nueva Zelanda hasta Corea del Sur y Venezuela para seguir los pasos del picozapato, el yeti, el moa, el tigre blanco o el danta, todos animales que resultan casi imposibles de localizar (y mucho menos capturar para un zoológico o una fotito de Instagram). El resultado es Animales invisibles, un libro de viajes con tantas leyendas y mitos que puede leerse como una novela de intriga. Una noche de hace poco, Martínez visitó mi programa de radio y le dije que su misión tenía el sabor dulce de lo anacrónico en una época donde todos llevamos encima una cámara de altísima definición. Así es como su trabajo se vuelve revulsivo: “Si quieres demostrar que algo existe, grábalo, muéstralo”, desafía: “Ver es la nueva frontera entre lo que existe y lo que no”. Su filosofía de lo invisible discute el mandato del turismo industrial, construido con multitudes que se desplazan miles de kilómetros para confirmar lo que ya saben porque lo vieron en una pantalla. Lo de Martínez es lo contrario: viajar para no ver.
Aunque es el pájaro que vuela más lento entre todos los conocidos, el picozapato se escapa de las fotos. Es muy grande y poderoso, con una fealdad encantadora. En su pasmosa lentitud, el picozapato parece burlarse de las cámaras preparadas para registrar un bólido a velocidad luz. Por eso, para Martínez, “hablar de animales invisibles implica asomarse a una forma de pureza”.
