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De cómo Patrick Swayze casi se queda sin bailar

“Nada está en riesgo”: en cuatro palabras, el muy venerado Martin Scorsese definió la crisis del cine. En un artículo publicado en The New York Times, dijo que las películas ya no tienen revelación, misterio ni peligro emocional y si usted es de esos lectores que observan los tiempos verbales podría leerlo y notar que habla del cine en pasado imperfecto. “Era”, dice, “una forma artística, equivalente a la literatura, la música o el baile”. Pero el cine mutó: ya no hay grandes narrativas para adultos, como en otros tiempos fueron La ventana indiscreta o Taxi Driver, y todas las atracciones de esta época giran alrededor de unas montañas rusas fílmicas accionadas por superhéroes, magos o mutantes. Por eso, el estreno de dos series nostálgicas y revisionistas (The Movies, esta semana en HBO, y Las películas que nos formaron, en Netflix) plantea una duda razonable: ¿nos estamos despidiendo del cine como lo conocimos?

 

Dos nuevas series con nostalgia por las viejas películas: el cine que nos formó, explicado a las nuevas generaciones.

 

En los seis episodios de The Movies, los productores Tom Hanks y Gary Goetzman ponen el foco en el gran cine comercial estadounidense “a través de las décadas y los cambios culturales, sociales y políticos que enmarcaron su evolución”. En los cuatro episodios de Las películas que nos formaron se develan las pequeñas y enormes proezas detrás de tanques como Dirty Dancing, Mi pobre angelito, Los cazafantasmas y Duro de matar. Las dos series documentales comparten algo en común: lejos del academicismo, repasan la factura artística y técnica del espectáculo más popular de la cultura contemporánea, uno que nació como una derivación de la fotografía y creció en las barracas de las ferias hasta convertirse en la industria más poderosa del soft power mundial. Ése es el cine que extraña Scorsese, el de las emociones compartidas en una comunión muda con decenas de extraños. “Las películas están diseñadas para satisfacer un conjunto específico de demandas y para ser variaciones de un número finito de temas”, se lamenta. Con el criterio actual, regido por los estudios de mercado, los focus groups, la corrección extrema y el contenido apto para el menú infantil, el orgasmo voceado de Sally cuando conoció a Harry no habría salido de la sala de edición.

 

Según Scorsese, “el cambio más siniestro sucedió de manera sigilosa y en la oscuridad de la noche: la eliminación gradual pero constante del riesgo”. En Las películas que nos formaron nos enteramos de que Dirty Dancing fue rechazada 42 veces antes de ser rodada y que Warner dejó ir Mi pobre angelito por un mínimo ajuste presupuestario: en el cine, en la timba o en la vida, el que no arriesga no gana.

 

Publicado en La Nación

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.