A los cuarenta, Peter lleva una vida sin riesgo, una vida sin dolor real, una vida sin alegrías reales. “Esto es existir, no vivir”, le dirá un gurú inesperado. Hasta que un día eso cambia. De manera sorpresiva, es interpelado por carteles de la calle que parecen hablarle directamente a él y así descubre los servicios del muy misterioso Instituto Jejune, un “proveedor de indiferencia para llenar el vacío de la vida”. Así empieza Mensajes desde otro lugar, la nueva serie de Prime Video, pero es imposible deducir cómo seguirá cada uno de sus diez episodios. Pronto Peter encontrará a otros que están en la misma y la grisura de su vida se teñirá con colores distintos cuando haga algo que esta época no admite: abrazarse con extraños.
La serie “Mensajes desde otro lugar” muestra a una misteriosa organización dispuesta a cambiar la vida de sus participantes.
¿Experimento social de alto nivel o manipulación con intenciones siniestras? Como en la legendaria película El otro señor Hamilton, donde Rock Hudson quería escapar de un instituto que transformaba a sus pacientes hasta volverlos irreconocibles, o en la más reciente Al filo de la muerte, donde Michael Douglas luchaba contra la fantasmagórica empresa que dictaba las reglas de un juego inacabable, acá lo más inquietante es el Instituto Jejune (y la organización que lo enfrenta, llamada La sociedad de otro lugar), cuya finalidad es “desbloquear el potencial humano”. Impresas en tarjetas de cartulina o grabadas en juguetes parlantes, las instrucciones que recibirá Peter serán insólitas: que baile hip hop bajo la lluvia o que siga a un hombre disfrazado de Pie Grande, y así conocerá a otras tres personas que también participan del juego. El truco de Mensajes desde otro lugar es el giro argumental cada cinco minutos, como un globo que explota en la nuca del espectador y lo despega del sillón. El juego que se propone es elaboradísimo (a veces, imposible de seguir) pero al final del día dejará a Peter un mandato: que salga de su zona de confort, esa entelequia de la literatura de autoayuda que en la vida real hoy se vuelve impracticable. ¿Cómo podríamos tomar las calles o abrazarnos con extraños si estamos obligados a quedarnos en casa o a salir para lo indispensable y cubiertos con barbijos?
Aun con reglas imprecisas, el juego de la serie tiene un objetivo que no es atacar Kamchatka ni acumular propiedades sino fomentar la empatía y vincularse con los otros. No vale hacer trampa: el argumento de Mensajes desde otro lugar es difícil de seguir pero alimenta el deseo de volver a una vida donde no se imponga el aislamiento porque, como dice una participante del juego, “la magia no es tan divertida si estás solo”.
Publicado en La Nación