E

El verdugueo en las cocinas

“¡¿Qué les pasa, idiotas?! ¡Nos faltan seis salchichas, cinco griegas y un raviol! ¡Vamos!”. Ante el brulote, la respuesta es sumisa: “¡Sí, chef!”, contestan a coro y siguen pelando papas o cortando cebollas. La extraordinaria serie El oso que estrenó Star+, un drama gastronómico sobre el tiempo del duelo (no un duelo nostálgico sino furioso), pero también la película recién estrenada El chef o las sucesivas temporadas del programa MasterChef exponen una tara que la época solo admite para algunos oficios o profesiones: el maltrato en las cocinas.

 

Sobre el maltrato de los chefs: lo que hoy no se aguantaría en una oficina u otro lado se tolera en una cocina.

 

“Es común insultar o agredir a los subordinados: la cocina es como un ejército”, me dijo hace tiempo un encumbrado cocinero local, de esos que se volvieron famosos como rockstars, y la analogía castrense es evidente: una cocina tradicional se organiza en “brigadas”. En la trama de El oso, el chef superpremiado Carmy Berzatto deja su trabajo en restaurantes célebres para volver a ocuparse del negocio de sandwiches de su familia después de una tragedia. Lo que hoy no se aguantaría en una oficina se tolera en una cocina, anteúltimo bastión del maltrato como método. De pibe, me tocó hacer la colimba en la redacción de un diario (otro lugar jerarquizado según el rigor castrense, tanto que a la redacción se la llamaba “la cuadra”, como en un cuartel). El juego del verdugueo, entonces en el diario y hoy en las cocinas, justifica en la mística lo que es inaguantable. Cuando el chef verduguea a sus cocineros, ellos al volver a sus mesadas verduguean a cualquier ayudante por el motivo más banal, es la ley del garrote y así no se puede vivir. “¡Idiotas!”, les grita el chef (lo vimos mil veces en cualquier reality de aspirantes a cocineros) y ni el maestro pastelero se anima a replicar con un tortazo. Nunca trabajé en una cocina profesional pero conozco a muchos cocineros y ninguno me supo responder en qué momento la urgencia se transforma en histeria y por qué la eficiencia se busca no con rigor sino con violencia.

 

“¡Sí, chef!”, responden mansos los cocineros: ya podrán maltratar a otros. El verdugueo es un estilo constante. Acaso sea un recurso para ejercer activamente el poder o mantener a los subordinados agarrados a sus decisiones y caprichos, pero a un cocinero famoso por sus malos modos como jurado de un reality le exigieron que baje el copete porque lo que se aguanta en una cocina no se tolera en la tele. Tal vez las cosas se acomoden cuando una porción de minestrone ya no se considere una obra de arte, cocineros maltratadores: se comieron cualquiera.

 

Publicado en La Nación

CategoriesSin categoría
Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.