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La puerta de Notting Hill

¿Es aquella? No, aquella es. ¿O no? Si la convención meteorológica nos indica que en Londres llueve siempre, este mediodía singularmente soleado anima a la exploración de un barrio en el que una procesión turística busca, apenas: una puerta. Pero no cualquier puerta: una azul como el cielo de hoy, rodeada por cuatro columnas de vaga inspiración helénica. Es la puerta de una casa que sirvió de inspiración decorativa en la época en que se valoraba la acumulación, y no el despojo, y como aliento amoroso para los románticos de alma: al 280 de Westbourne Park Road la puerta azul confirma que éste es un lugar llamado Notting Hill pero al que espere ver asomar la sonrisa más hermosa del cine sólo le quedará la decepción.

Con la sonrisa de Julia Roberts en la memoria y la nostalgia por un barrio inventado por el cine.

Detrás de esa puerta se escondían los dientes en perfecta alineación de Julia Roberts y quienes crecimos escuchando el temita de Elvis Costello (she… may be the face I can’t forget…) como epítome del amor romántico no podemos evitar que la melodía se reproduzca en loop en el cerebro. Sería lindo descubrir que Julia se quedó a vivir acá, pero de ella no quedan rastros más que los recuerdos. Visito el barrio el día de carnaval, justo cuando las casas en todos los tonos del color pastel abren sus puertas a los curiosos. En Portobello Road se deja que los visitantes pasen a curiosear, discretamente observados por los dueños que vigilan que nadie se lleve una cucharita. El negocio inmobiliario no tiene sentimientos: lo que en la película es un caserío bohemio, habitado por libreros, intelectuales y artistas que eternizan las noches en tertulias regadas con buen vino, en realidad es un barrio-parque de mansiones millonarias, recotizadas por el éxito cinematográfico (¿quién dijo que la vida no imita al arte?). Al 142 de esa misma calle, la vieja librería turística es otro símbolo del boom, porque ya no vende libros sino zapatos carísimos, y el cine de la esquina ahora es un teatro aunque conserva la marquesina donde Hugh Grant se embobaba ante la foto de aquella sonrisa. En este mediodía luminoso, cuando parece mentira que esta ciudad sea mundialmente famosa por la niebla persistente, batucadas de jamaiquinos marchan en comparsa por la avenida, agitando las panderetas, golpeando los tambores y anunciando al barrio que el carnaval es la fiesta más pagana de todas y, por eso mismo, la más conveniente para el amor físico.

Es aquella. La puerta azul permanece como promesa de romance (improbable, pero posible) justo cuando se cumplen veinte años del estreno de la película que modeló el corazón de una generación. Pumpum, pumpum. ¿Suena demasiado fuerte o son los tambores? En las calles de Notting Hill se suceden los mercaditos, las tiendas de anticuarios, las cafeterías gourmet y las heladerías de autor, pero lo que espero ver, magnificado por el tamaño monstruoso de un afiche callejero, es la sonrisa inalterable de Julia: ella… quizás el rostro que no puedo olvidar.

Publicado en Brando

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.