Con la retórica alarmista de cualquier canal de noticias, aunque muy british, la BBC hace periodismo amarillo con la placa roja, y provoca: “¿No saben preparar café los colombianos?”, se pregunta hoy, con urgencia incendiaria. Según el canal inglés, “no obstante la buena fama del grano colombiano y que éste se ha convertido en un símbolo de Colombia, muchos extranjeros que llegan al país andino se encuentran en dificultades cuando quieren tomarse un buen café en la calle, en los hoteles o incluso en una casa de familia”. La polémica internacional empezó cuando el venerable chef francés Paul Bocuse, de visita para una feria gastronómica, comparó el café negro (o “tinto“, como lo llaman en Colombia) con “agua sucia”. La nación se puso en alerta. Ya se habló acá de la intención colombiana de invadir Brasil con sus tiendas Juan Valdez. Pero, aun con el país inundado de negocios con la viva estampa del cafetalero (que, en realidad, es argentino, como ya se develará), las agüitas sucias de Colombia resumen una tragedia latinoamericana: durante décadas, el mejor grano se reservó a la exportación y se dejó lo peor para el consumo interno.
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