Un paraíso en la Tierra para el que tuvo la desgracia de nacer farináceo: le tira la masa. Con panadería a la vista, la promesa de boulangerie-patisserie se multiplica en las mil y una formas de la tentación calórica, con pan de campo blanco, de nuez, de sésamo y de salvado, baguetines, muffins salados, gloriosos conitos de coco y la perdición para el goloso: pain au chocolat. Cierta desprolijidad “europea” recrea la informalidad del bistró, con mucha madera, los diarios tirados por las mesas, el despacho de productos y los supertazones de loza, que sirven casi medio litro de café con leche y se hacen acompañar por trufitas de chocolate. Para el remolón, el brunch incluye un canastón con muestrario de delicias y la cocina no escatima horarios: abierta todo el día, una inyección de energías para aquel que viene de resaca y, en síndrome de abstinencia, le debe al cuerpo una buena dosis de harina.
Le Blé, Alvarez Thomas 899 | Publicado en Joy
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Le Blé: una buena dosis de harina
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