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Lo sensual es invisible a los ojos

Aaah oooh aaah. El susurro se convierte en gemido y el hombre de la voz cálida indica: “Solo escucha”. Es la historia más popular esta semana en el sitio Quinn, que se presenta como “el secreto mejor guardado de Internet”: una plataforma gratuita de audios XXX que propone un nuevo formato de erotismo. Si es indiscutible que hoy manda la imagen, la idea de porno sin fotos ni videos es revulsiva. En Quinn o en Dipsea, otra aplicación similar, el oído se consagra como el órgano más erógeno del cuerpo y se aviva la chispa que enciende la imaginación: solo hay que apretar play y escuchar las historias relatadas por hombres y mujeres, en todas las combinaciones amatorias posibles, que van desde una masturbación guiada hasta la recreación de una fantasía erótica entre los viñedos de la Toscana italiana. En pleno furor del podcast, llegó el porncast. Oooh aaah oooh.

 

Con sus historias igualitarias y una inclinación por el naturalismo, el porncast rompe con las tradiciones del porno clásico.

 

En 1964, un célebre proceso judicial llevó hasta la Corte Suprema de los Estados Unidos el debate acerca de qué es pornografía y qué no. “Lo sé cuando la veo”, dijo el juez Potter Stewart para zanjar la discusión y sentar jurisprudencia sobre los límites del hardcore. ¿Pero qué pasa cuando es invisible? ¿Es o no es porno? Con sus voces sugerentes pero nunca impostadas, los relatos de Quinn o Dipsea no son muy distintos de las novelas eróticas de tapa blanda aunque esquiven el melodrama o los traumas de Cincuenta sombras de Grey o Emmanuelle: ahora el sexo gozoso es el centro de la narrativa y está en sintonía con la época. “La gente en nuestras historias está empoderada en sus experiencias sexuales, sociales y románticas”, declara Dipsea: “El sexo es comunicativo y placentero y no suena actuado. Estas decisiones parecen simples pero son radicales y tienen implicancias más allá del dormitorio”. Con sus historias igualitarias y una inclinación por el naturalismo, el porncast rompe con las tradiciones del porno clásico: no existe el sexo por asalto o descuido (todos los relatos hablan de relaciones consensuadas entre adultos en las que siempre se usa protección) y los gemidos no están sobreactuados ni parecen los aullidos de un carnero degollado. 

 

Además de erógeno, el oído es un órgano interno, o sea: íntimo. Pero sin la dependencia de la vista o el tacto, el porncast es portátil. El deleite erótico cruza la puerta del dormitorio y sale a la calle con uno donde se guarda el teléfono: en la entrepierna. Pare las orejas: aquella persona que va enfrascada en sus auriculares en el asiento de enfrente del subte podría estar yendo con la mente por la Toscana italiana y deseando que el viaje no se acabe nunca.

 

Publicado en La Nación

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.