Hace mucho tiempo, en una galaxia muy muy lejana, un villano vestido de negro empuñaba su sable láser color rojo contra el sable láser color verde de un héroe vestido de blanco. Si la cultura popular legó para la posteridad la revelación shakespeareana (“yo soy tu padre”), el detective científico dirá que no, que es imposible: no el parentesco sino el sable porque los láseres están compuestos por fotones, son invisibles y se atraviesan sin problemas, lejísimos de las espadas metálicas que simulan ser en el universo de Star Wars. “Nada que ver, por lo tanto, con láseres de verdad”, se lee en el muy interesante libro La ciencia de la ciencia ficción, recién publicado acá. Aun con evidente cariño por las obras de culto de la sci-fi, es un ensayo en sintonía con el espíritu crítico de una época en la que el espectador desconfiado ya no se pregunta “qué pasaría si…”, sino: “¿Esto está chequeado?”.
Las películas no tienen una voluntad académica o pedagógica aunque tampoco tienen que estar reñidas del todo con el rigor científico.
“La ciencia ficción es un vehículo que permite aventurarse a un mundo desconocido, asombroso y, en ocasiones, inquietante”, escriben Manuel Moreno Lupiáñez y Jordi José Pont, físicos españoles: la ciencia y la ficción comparten la capacidad de especulación y el sentido de la maravilla. ¿Son posibles las acrobacias aéreas de la nave Halcón Milenario o las velocidades supersónicas que alcanza Flash? Según los autores, “la ciencia ficción es una manera idónea de aprender las leyes de la ciencia… aunque solo sea por la cantidad de veces que no las respetan los guionistas de Hollywood”. Así podremos saber que, en virtud de la tercera ley de Newton, ni Superman podría levantar una roca que pese toneladas o que las condiciones gravitatorias del espacio harían imposible que los vulcanos caminen por una nave como si pasearan por la rambla. Las películas no tienen una voluntad académica o pedagógica aunque tampoco tienen que estar reñidas del todo con el rigor científico: en tiempos de posverdad, se exige a los guionistas que, además de verosímiles, sean verídicos.
La prestigiosa revista Nature tiene la sección “Futuros de ficción”, donde los científicos arriesgan predicciones para el mañana cercano. “La ciencia reconoce el valor de la ficción”, concluyen Lupiáñez y Pont: “Para cuándo la ficción hará lo mismo es algo que no podemos prever”. Mientras tanto, el curioso puede cotejar lo que ve en pantalla con lo que lee en La ciencia de la ciencia ficción, un tratado que cita a pensadores de toda talla, desde Albert Einstein y Stephen Hawking hasta Clark Kent o el maestro Yoda, que promete: “Divertirte con la ciencia este libro enseñarte puede”.
Publicado en La Nación