S

Secreto en la montaña de Siria

“Es como escalar la cima de una montaña y caer en picado desde el otro lado”. En la frontera entre Siria y Turquía, un desconsolado Hussein Sabat medita sobre su suerte: “Pero es mejor que ir a la cárcel o encerrarme en mí mismo”. Él es el protagonista de Mr. Gay Syria, el desgarrador documental que muestra su vida: seis meses antes, Hussein era elegido para representar a su país en el exilio durante un concurso de belleza masculino pero nunca pudo llegar porque su condición de refugiado le impide obtener visas, sellos y pasaportes. En su calvario personal, él representa lo que es ser gay en un país de Medio Oriente: lo más parecido al infierno. La película se pudo ver en el Festival de Cine Migrante, que se realizó hace algunas semanas en el Centro Cultural San Martín, y hoy circula por las fronteras porosas de Internet. Y si la parábola de la montaña sirve a Hussein para erigirse como un profeta desgraciado, la comparación no puede ser más actual: en su país, a los gays los tiran cabeza abajo desde las alturas.

El desgarrador documental “Mr. Gay Syria” muestra el calvario de ser gay en los países islámicos de Medio Oriente.

“Sólo ISIS mostró a los sirios gays”, se queja Mahmoud Hassino, un activista por los derechos LGBT que está refugiado en Alemania y es el promotor de la participación de Siria en Mr. Gay World, un certamen internacional que se hace en Malta y que combina el músculo con el compromiso: el representante sirio tiene “una responsabilidad de divulgación”. Los terroristas de Estado Islámico, que todavía dominan algunas zonas del país que está en guerra civil desde hace siete años, se ensañaron especialmente con los homosexuales: cientos de ellos fueron lanzados desde terrazas, colinas o montañas y después, lapidados. Algunos otros encontraron refugio en Turquía y Jordania o consiguieron asilo en países europeos, pero la mayoría no puede escapar. Por valor o desesperación, un grupo de sirios en el exilio ensaya la coreo, el pasito y el discurso: en Mr. Gay Syria, el elegido será el portavoz individual de una tragedia colectiva.

Pero algo detiene en la frontera a Hussein, coronado con los honores del título y una tiara de cotillón: después de la gloria, la caída. “Lo intenté pero no me curé”, dice entre lamentos. Como tantos de sus amigos, pasó toda su vida escuchando que es un enfermo y tratando de encajar en el molde de lo que se considera normal. El de los gays en Siria es un holocausto de esta época. Hoy parece imposible pero si está en la naturaleza no debería ser tan raro: algún día, la bandera del orgullo finalmente combinará dos fenómenos celestiales, la media luna y el arcoíris.

Publicado en La Nación

CategoriesSin categoría
Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.