Leer esta columna le llevará 2 minutos y 30 segundos. ¿Habrá valido la pena? Ésa es una de las cosas más fascinantes que tiene el tiempo: es una inversión a ciegas, una timba vital. El tiempo se toma y se dona: aun intangible, es la operación financiera original porque, como el dinero, también se cambia por el contenido del que carece. Por eso, la publicación simultánea de dos libros que abordan el tema del tiempo desde el arte o la ciencia es un fenómeno instantáneo. Si es cierto que la lectura detiene el curso unidireccional del tiempo, porque el tiempo no es una línea recta sino un círculo que se pliega sobre sí mismo, el lector perderá la noción de las horas invertidas y finalmente entenderá que el tiempo es como el cielo o un buen libro: no es vacío sino abierto.
Libros sobre horas, minutos y segundos: ilustración, arte y ciencia para ofrecer respuestas a una de las grandes obsesiones humanas.
En el ensayo ¿Estamos a tiempo?, el crítico inglés John Berger se unió con un viejo amigo, el ilustrador turco Selçuk Demirel, para producir una obrita hermosa: entre textos breves y dibujos coloridos, es una reflexión sobre el tiempo como concepto filosófico que cambió según las épocas históricas y políticas del pensamiento, pero también es una indagación íntima sobre el tiempo de la memoria y el duelo o el del amor y la esperanza. “Al amor, cualquier tipo de amor, le encantan las repeticiones porque desafían el tiempo”, escribe Berger y Demirel dibuja a un hombre ansioso que en el lugar de la cabeza sostiene el reloj derretido de Dalí. En el libro de relatos Los sueños de Einstein, el físico estadounidense Alan Lightman viaja en el tiempo hasta 1905, cuando Albert Einstein trabajaba en una modesta oficina de patentes suiza y ya pergeñaba su teoría de la relatividad, una nueva concepción del tiempo, mientras deliraba sobre sus posibilidades infinitas: que el tiempo pueda congelarse cuando uno se siente muy feliz o que transcurra hacia atrás o hacia adelante a diferentes velocidades según el barrio. Son treinta relatos breves sobre la concepción del tiempo que tenemos los humanos y en uno de ellos, súbitamente alarmado en el medio de una noche que parece eterna, Einstein se pregunta qué pasaría si conociéramos de antemano el fin del mundo.
“Sabremos cuándo ha llegado la hora”, concluye Berger. Para el final, un epílogo amargo: él murió hace dos años, cuando el libro todavía era un proyecto nonato. La escritora italiana María Nadotti se encargó de recopilar las frases dispersas por toda su obra que hacían alusión al paso de las horas y así nació el que sería el libro póstumo de Berger: él, obsesionado con el discurrir del hombre y sus ritmos implacables, se quedó sin tiempo.
Publicado en La Nación