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Una diferencia vital: cielo abierto o cielorraso

Un pensador contemporáneo dice que la ola de divorcios de nuestra época estalló cuando los departamentos empezaron a tener techos cada vez más bajos. Así, el lapidario “necesito espacio” pasó de incomodidad física a claustrofobia emocional. La arquitectura también tiene su narrativa y no hay mejor ejemplo que Parasite, la película coreana que por fin se estrena en estos días acá: planteada como la parábola horrorosa de la lucha de clases entre los de arriba y los de abajo, o los dueños de una mansión en Seúl y las personas que trabajan para ellos, no solo es la mejor película de la temporada sino también una evidencia de que la arquitectura condiciona nuestras vidas y limita sus posibilidades.

 

La fábula arquitectónica de “Parasite”, la mejor película del año y probable ganadora de un Oscar.

 

Rico, pobre, héroe, villano, anfitrión, parásito: los opuestos son tan notorios como los ambientes amplísimos de uno, revestidos con maderas pulidas y vidrios espejados, y las estrecheces de otro, siempre amenazado por la gotera o la inundación. La película del director Bong Joon Ho tiene un elenco de actores excelentes pero, arriesgo, la gran protagonista es la casa del rico: anhelo del pobre, expresa en concreto la diferencia brutal entre ambos. ¿Quién es el parásito en Parasite? El señor Kim vive con toda su familia bajo tierra, en un subsuelo oloroso donde no entra ni el inodoro y donde los borrachines le orinan las ventanas; el señor Park vive en una casona que sigue los dictados de la arquitectura moderna, con los dormitorios en el segundo piso y un parque enorme donde entrarían dos canchas de tenis. Por fin el cine muestra la tan mentada línea de la pobreza que aquí es literalmente la línea del suelo: unos por debajo y otros por arriba. Las escaleras de la mansión conducen a un mundo mejor (elevado), uno donde se multiplican las mil formas de lo cómodo en colchones y almohadones mullidos y, en la afirmación de su autoridad como patrona o en la amansadora de que la teoría del derrame se vuelque por fin hacia los pobres, la señora Park dirá a la señora Kim: “Espere abajo”.

 

La casa del rico señor Park no existe en la realidad ya que fue construida para la fábula por el director de arte Lee Ha Jung aunque en la película se le atribuya a un starchitect ficticio llamado Namgoong, una especie de Frank Gehry coreano. La casa del pobre señor Kim tampoco es real aunque es calcada de algo que existe porque se inspiró en las típicas chabolas subterráneas de los barrios bajos de Seúl. La diferencia vital pasa por lo que uno tenga sobre la cabeza, cielo abierto o cielorraso: al rico lo acaricia el sol y el pobre vive en las sombras.

 

Publicado en La Nación

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.