“Tengo todo un continente de dinero”, dice un hombre de fortuna dudosa: vive en África. Si para Hollywood el arquetipo de la región es la choza con techo de paja o el pibe barrigón de pies descalzos, el nuevo docurreality de Netflix ofrece la imagen revulsiva del eterno postergado: Jóvenes, famosos y africanos se llama la serie en la que un tal Diamond Platnumz afirma que “la mejor sensación del mundo es ser…” (inserte aquí el nombre del programa). Entre las peleítas típicas del formato, ocho hombres y mujeres cortados por la tijera del lujo de esta época, un mejunje de joyas, pelucas y dientes como teclas de piano, importan a Johannesburgo el síndrome Kardashian y proponen la revolución que el panafricanismo de los 70 ni siquiera imaginó: el gran sueño africano.
Una serie sobre el gran sueño africano: jóvenes, ricos y famosos que quieren vivir como en Beverly Hills.
La Ferrari y el Porsche desmienten la postal clásica: “Vamos a celebrar el continente porque es nuestro momento y queremos que el mundo sepa que también somos desarrollados aunque nos llamen Tercer Mundo”, postula la influencer Khanyi Mbau, exesposa de un millonario que se jacta de ser la única mujer que se levanta ya embadurnada en maquillaje. En el reality comparte cartel con Platnumz, músico tanzano con 14 millones de seguidores en Instagram, o Anne Macaulay-Idibia, actriz nigeriana con 200 películas filmadas. La intriga es lo de menos: como en cualquier docurreality, se pelean y se amigan al ritmo del guion. Lo que sorprende es la idea del progreso que imaginan para África: una sucursal de ultramar de Beverly Hills. Emigrado a los Estados Unidos en la década del 30, el novelista austríaco Hermann Broch escribió: “Solo hay que imaginarse lo que ocurriría en los Estados Unidos si se quisiera tomar realmente en serio esa pursuit of happiness garantizada a todos los ciudadanos”. ¿Y qué pasaría en África? No hay anhelo de justicia social ni progreso equitativo en Jóvenes, famosos y africanos: sus estrellas reclaman para sí el derecho a ser millonarios, convencidos de que la búsqueda de la felicidad es legítima siempre que se puedan tener los mismos autos, vestidos y zapatos que Kim, Khloé y Kourtney.
Aunque repitan que “ser ricos y famosos no es fácil”, resulta difícil compadecerse de ellos: en los siete episodios habrá regueros de caviar y champán y una forma unívoca de ostentar el éxito personal, sin propósito ni reflexión. Hundidos en el dramita de las amistades por conveniencia, los romances para la cámara y las traiciones que buscan clics, estos jóvenes, famosos y africanos ostentan el lado dorado del continente negro.