Si para Ernest Hemingway “París no se acaba nunca”, para mí y otros muchísimos enamorados de Nueva York, Manhattan es eterna. Este viaje a la isla ya terminó, pero me quedan los recuerdos: la mejor nueva cafetería de la temporada, los paseos por el High Line, los libritos para colorear que inician a los niños en el sagrado saber del café. Y el arte: el maestro Omar Panosetti, que publica sus maravillosas obras cafeteras en este blog desde hace unos cuantos meses, me obsequió con un retrato que inmortaliza un momento precioso: un espresso en Balthazar, el legendario restaurante del Soho, algún mediodía de junio, compartiendo una mesa con entrañables amigos. A vos te digo, Gran Manzana, proveedora de tantas alegrías, litros de buen café y anécdotas inolvidables: ¡hasta la próxima!
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Recuerdo cafetero de Nueva York
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